La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.
Semana siete.
27-04-2020.
En breve, a la muerte se unirá el desempleo, no el vaticinio
de él sino el que de verdad se siente y padece.
Necesito un sacacorchos, así, en genérico.
E.R., bodeguista.
28-04-2020.
Necesito un plan, ¿o era un plano?
T.O., arquitecto.
Pronto volveremos a estar juntos.
C.L., enamorado.
No quiero hacer el test.
F.O., sudista.
La pasada madrugá -a eso de las tres- me paralizó un sueño:
tenía el corazón negro.
W.W., compositor.
¿A qué hora has abierto?
Joder, pero ¿a qué hora has abierto?
E.S., adolescente al despertar.
¿Alguien podría reportar los datos de ventas y adopciones de
animales de compañía y paseo desde que comenzó el confinamiento, allá por
mediados de marzo?
E.U., balconero.
La furia y la calma.
Por Abreu:
Domingo, 26 de abril de 2020
En verdad no sabemos si saldremos vivos de esta lo más
probable es que nos mate el virus chino tenemos esperanzas eso es todo pero la
esperanza es una trampa mortal así que me digo debes abandonar cualquier
cobardía cualquier mesura cualquier consideración y escribir (eres un escritor
no un lameculos literato de academia y premios y gran grupo editorial o un
ridículo y sopenco lírico) con la mayor claridad y de la manera más implacable.
Intentando ofender lo más posible naturalmente y con el mayor desprecio por los
escritorzuelos embridados que son legión y sus modos, y por la gente en general
esa chusma dócil y envilecida por la vida misma no hay escapatoria y en el caso
español además por décadas de adoctrinamiento izquierdista y amansamiento
pájaro dodo. El tiempo apremia así que desprendámonos de toda atadura de todo
lastre si fuera posible no sé si lo es, sospecho que somos abyectos y cobardes
de nacimiento y de nacimiento predispuestos para la esclavitud y la sumisión y
la rendición y la concesión y la autocompasión y la sensiblería y estamos de
inicio desde el primer segundo y desde la primera bocanada de oxígeno
incapacitados para la libertad, pero hay que intentarlo.
Lunes, 27 de abril de 2020
En el jardín ayer, a la tarde al caer, le colgaban hilachas
negras miles millones de hilachas negras yo las vi. Calma, me dije. Pero estaba
calmado. Con lo de la plaga china la lucidez ya no me aterroriza tanto. Miles
millones de hilachas negras lo he sabido siempre aún cuando no lo he querido
saber. Había visto más temprano un video de cubanos moviendo el culo en una
especie de tugurio infecto o casa en La Habana vertedero principal de la isla y el
denigrante espectáculo me entristeció, no porque me apenara o sintiera que me
concernía en modo alguno el lugar o aquella chusma degradada sino por venir de
ahí pasé años ahí nací ahí me dije mirando aquellos seres grotescos y me
recorrió el cuerpo un escalofrío de asco y terror. Hilachas de sangre negra
sobre los vivos y sobre los muertos lo sé pero esta vez qué cerca en el jardín.
Había un pajarillo mordisqueado en la hierba verde y agua envejecida y había
una adiposidad fétida y una mimosa que se secó. Fui anotando. Hasta que la
tarde terminó de caer con un ruido de carne despachada y la oscuridad cubrió
totalmente el jardín, qué cerca, y ya no se distinguían las hilachas negras
pero seguían allí y pensé, calmado eso sí, que lo de la alegría de la luz y su
existencia misma es sólo el envés de las hilachas negras y que podía
considerarme afortunado de no ver siempre las hilachas negras porque si las
viera siempre no podría vivir.
29-04-2020.
En la radio: pronto podremos disfrutar de nuevo de la
naturaleza.
Del presidente del gobierno de España: transición hacia una
nueva normalidad, plan de desescalada progresiva en cuatro fases quincenales y distribuido
por provincias.
En la televisión: el zanahoria matizado que regenta la
presidencia de los Estados Unidos de América dispara que si los desinfectantes
acaban con el virus en un par de minutos, entonces solo hace falta inyectar
desinfectante a la población y adiós a la pandemia; cientos de miles de
ciudadanos de los Estados Unidos de América ingieren directamente productos
desinfectantes y acaban ingresados en los hospitales.
Apuntes personales y con distancia para el presente:
No quiero disfrutar de la naturaleza exceptuando el ámbito
más privado ni siento interés alguno por la nueva normalidad –casi ya ni por la
vieja-, las desescaladas me dan pavor -¡esos precipicios!- y las provincias no
se las saben los escolares.
Con material de este tipo se puede montar una peli cojonuda
a medio camino de Tarkovski a Ozores.
J.O., montador.
30-04-2020.
¡Arrebatao! clamó el confinado antes de que se confirmase la
noticia.
D.O., arribista.
De la barba canosa:
Escribe Roger Corcho:
"Querido Arcadi,
Hace meses le hablé de María Neira, la directora del
departamento de salud pública de la
OMS , por sus intervenciones descaradamente politizadas.
Desde el mes de febrero, todos los medios españoles
han pedido la opinión de Neira sobre la enfermedad por coronavirus (COVID-19).
Cuando el director de la OMS
aseguró que el este virus era el enemigo público número uno del mundo, Neira
apareció en los medios asegurando que el auténtico problema era el miedo al
virus, no el virus. En España, Neira neutralizó el mensaje lanzado por la OMS (por sus informes, sus
avisos, y las advertencias del director y vicedirectores). Bajo el paraguas de la OMS , los españoles recibimos
dos mensajes contradictorios: el que enviaba la organización, muy claro y
contundente; y las opiniones de Neira, que se tomaron por posiciones de la OMS , a pesar de no ser así
El gobierno se sirvió de los argumentos de Neira para forzar
la celebración del Mobile (el mínimo sentido de la prudencia y la decencia
exigía que se cancelara) y que los medios usaron para ridiculizar a cualquiera
que avisara del peligro. Aunque se pone énfasis en el 8M, el Mobile fue un
calentamiento de las maniobras del gobierno.
He recopilado solo unas pocas de las intervenciones y
mensajes de Neira en los medios durante el mes de febrero (negando que hubiera
peligro, negando que fueran necesarias mascarillas, y negando, en definitiva,
lo que sus compañeros de la OMS
estaban diciendo). Yo entiendo que fue una pieza clave para apuntalar el
mensaje del gobierno y de los medios afines.
Aunque recopilé estos enlaces de Neira en marzo, lo dejé de
lado hasta que he visto el estupendo hilo de Santiago Navajas (https://twitter.com/santiagonavajas/status/1253588410025095173?s=21
en el que también responsabiliza a Neira (y donde se refiere a sus simpatías por las causas comunistas). Tal como dice Santiago Navajas, los errores de esta magnitud como los cometidos por Neira y Simón son contrastables y se tiene que exigir rendición de cuentas
en el que también responsabiliza a Neira (y donde se refiere a sus simpatías por las causas comunistas). Tal como dice Santiago Navajas, los errores de esta magnitud como los cometidos por Neira y Simón son contrastables y se tiene que exigir rendición de cuentas
Le envío esta recopilación que no es ni mucho menos
exhaustiva:
31/1/20
12 de febrero
24/2/2020
27/2/20
29/2/20
Ese mismo día, la
OMS había elevado el riesgo por la COVID-19 a "muy
alto"
30/2/20
"La directora de Salud Pública de la Organización Mundial
de la Salud
lanza un mensaje de tranquilidad"
3/3/20
El Español: La OMS, que llama a la calma, muestra su gran
preocupación por el efecto del coronavirus en la economía
Desde hacía semanas, había cálculos que aseguraban que la
pandemia iba a suponer un centenar de millones de muertos a nivel mundial
13/3/20
El Español: María Neira (OMS): "No sería lógico hacer
el test del coronavirus a toda la población española"
01-05-2020.
Comienza el nuevo mes en estado de alarma, primero de mayo,
día del trabajador en España.
¿Qué es trabajar?
¿Quién trabaja de verdad?
¿Cuáles son las cargas de trabajo y productividad mínimas exigibles
y necesarias para considerar una actividad como trabajo? ¿Cualquier actividad
productiva es trabajo?
¿Dónde están los líderes sindicales y los sindicalistas?
Liberados.
El covid-19 se suma al 1 de mayo para destruir sin
aspavientos el trabajo.
Al tiempo.
En una emisora de radio en la que se presume constantemente
de trabajar el día del trabajador –desde casa, claro- y cuyo núcleo es un señor
pequeño pero muy cultivado y aprendido, una señorita –al cantar el avance
informativo de las once de la mañana- suelta “ha contradecido”. Y se queda tan
pancha.
¿Se puede considerar este hecho agramatical un buen trabajo?
J.G.D., antiguo economista.
02-05-2020.
Vivo en un cajita de cuarenta metros cuadrados con un
pájaro, una araña y un adolescente con granos de un metro y ochenta centímetros;
el pájaro es un canario timbrado español y me da su canto aunque le falta un
breve hervor, la araña vigila para que no entren los mosquitos y bichos y el
adolescente -como es lógico- quita sueño, esfuerzo y dinero; me viene a la
memoria el antiguo dicho: no haberlo tenido.
Lo que quiero decir es que no voy a salir a correr ni a
pasear; hago ejercicio de lunes a viernes, ocho horas diarias, es decir,
cuarenta horas semanales por poco más de mil euros; así que ¡os den
chandalistas y licranistas!
Esta gente no está preparada para la revolución emocional.
J.S.M., moscatel.
Como escupe la curiosa portavoz del Gobierno “el defisi” de
esta sociedad es querer vivir del cuento.
T.I., borracho.
Les dicen que hay que poner esa canción y ponen esa canción.
O.U., compositor.
03-05-2020.
¿De qué sirve estudiar si nos vamos a morir en cualquier
momento?; hace la pregunta el adolescente pajillero.
Para que en el futuro alguien diga que sabes mucho y no
soluciones casi nada; esa es la idea generalizada; prestigio y un buen sueldo.
A.A., bibliotecario.
Por Lorena G. Maldonado para El
Español.
Arcadi Espada es uno de nuestros periodistas patrios más insurgentes, polémicos
y mordaces, siempre con la escritura afilada -y la mirada ante la realidad, aún
más-. Ahora charla con este periódico sobre los flecos del Covid-19, sin
metáforas vitales del virus ni romanticismos acerca del encierro, apegado a la
ciencia y al espíritu de los países jóvenes como Taiwán -no de esta Europa
vieja, dice, de estos carcamales que somos-.
¿Qué ha aprendido de usted
mismo en este encierro? ¿Y de los demás -del ser humano, en sentido profundo-?
Nada, no he aprendido nada ni de una cosa ni de la otra,
porque no hay nada que aprender. Todas las metáforas sobre la enfermedad son
una estupidez propia de periodistas de provincias y lo único que se puede
aprender de una enfermedad es cómo podemos curarla. La única lección que
podemos sacar de esta enfermedad es que la estamos curando en el siglo XXI con
los mismos mecanismos que utilizaban los hombres medievales, eso es una
humillación y una afrenta sobre la que sin duda tenemos que meditar.
Yo soy un firme apasionado y defensor de los científicos y
de su papel en el mundo, y ahora pienso que los científicos deben dar
explicaciones de por qué estamos en este estado de postración, no sólo los
políticos. En la crisis económica, se les reprochaba a los economistas: “Oigan,
¿ustedes no tienen soluciones, no han visto venir esto?”. Estoy asombrado de
que nadie le haya pedido explicaciones a los científicos: oigan, ya sabemos que
es difícil luchar contra un virus que muta, que si fuese un resfriado ya lo
habrían curado, pero ahí está el punto.
¿Cuál es el pensamiento más
extraño que le ha asaltado estos días?
Ah, no… pensamientos ninguno. Yo pienso poco. Lo único que
me asalta constantemente es el enorme deseo de sentarme en la barra de mi
restaurante preferido, que añoro más que cualquier otra cosa en el mundo. Cosa
he dicho, eh.
¿Qué es el mundo interior; cómo
se cultiva? ¿Realmente puede la cultura salvarnos de algo?
No, mira, el mundo interior no me interesa lo más mínimo, si
no me hubiera dedicado a la poesía. Me he dedicado al periodismo, que es mundo
exterior. Hay una época en la vida de los hombres en la cual se tienen que
ocupar demasiado de sí mismos. Todo eso es un aburrimiento profundo, uno mismo
tiene muy poco interés. El interés real de las cosas está en las personas que
uno conoce y con las que uno interactúa.
Desde este punto de vista, el confinamiento no es una gran
novedad, al fin y al cabo, afortunadamente, la mayor parte de las relaciones
son virtuales. No se ha inventado nada. Yo cada día me lamento por los
restaurantes y los viajes, en lo demás mi vida no ha cambiado en absoluto. Hace
años que trabajo en mi casa con la interacción de cuatro paredes, mis libros y
la gente que tengo cerca.
“Para los desgraciados, todos
los días son martes”, cantaban las Vainica Doble. ¿Cómo cree que afectará esta
situación a nuestra concepción del tiempo, del trabajo y del placer?
Lo de la pereza… bueno, no veo la menor relación entre este
bichito y la pereza… cuando digo bichito quiero decir hijo de puta. Las cosas
tan elevadas que me estás preguntando… me preocupa, de hecho, que la gente se
haga estas preguntas, porque si eso supone que vamos a tener menos deseos de
trabajar ¡todavía! Será horrible. Si aquí no trabaja nadie.
Una de las cosas que habría que preguntarles a los
científicos es si ellos han trabajado lo suficiente, si le han echado horas al
asunto… Realmente yo no tengo la sensación de que en nuestro tiempo el trabajo
sea un agobio, ¿no? Y curiosamente no lo digo por mí, que me paso demasiadas
horas trabajando, es una maldición mía. Pero si vamos a salir de esta pandemia
más vagos de lo que entramos…
Esta crisis, ¿le ha vuelto más
humanista o más misántropo?
Pero, ¿por qué? Con todas las personas que ha matado este
virus… ¿qué más le estamos pidiendo? ¿Que salgamos más perezosos, menos
misántropos…? No, hombre. Lo único que hay que hacer con esto es que la vida
tenga un aspecto decente. La vida con mascarilla no es una vida decente. El
común de los mortales a lo mejor aprende algo, que es a lavarse las manos antes
de comer, que me parece que la gente no lo tenía muy claro.
Lo digo con pleno conocimiento de causa, porque yo me las
lavo mucho, hasta el punto de crearme eccemas lamentados por mi dermatólogo,
pero así me lo enseñaron de pequeño. Tan preocupada que estás por las
consecuencias culturales de la enfermedad, te adelanto que esa será la gran
consecuencia: que la gente se lavará las manos antes de sentarse a la mesa y
después de salir del lavabo.
Le veo bastante pancho, como si
no estuviéramos ante una situación inédita.
También fue inédito que el Madrid le metiera once goles al
Barcelona. No me preocupa que sea inédita. Me preocupa que se ha llevado a
miles de viejecitos y a un puñado de jóvenes. Me preocupa que la muerte,
nuestra infecta enemiga, haya ganado batallas importantes.
¿Cree que los ciudadanos
españoles han mostrado responsabilidad individual? ¿Qué valor le da a ésta?
Le doy todo el valor del mundo, pero no es el caso de los
españoles. Los ciudadanos españoles lo único que han hecho ha sido obedecer,
como han hecho siempre, como obedecían a Franco. Contrariamente a lo que se
piensa, España es un pueblo obediente, temeroso de dios y de la autoridad. La
responsabilidad individual, que consistía en lavarse las manos, la han
practicado bastante poco. O mantenerse a una distancia prudencial en medio de
una epidemia. O tener en cuenta que durante un tiempo no puedes reproducir tus
hábitos de siempre. Eso es responsabilidad individual. Obedecer es otra cosa…
ahora quieren que las parejas que se han pasado toda la noche follando vayan en
un coche en diagonal. Es ridículo. Es propio de gente muy obediente, tan
obediente que eligen a una persona del tamaño de Sánchez.
No es muy cariñoso usted, no le
perturba el tema de la distancia física.
Pero bueno… yo soy extraordinariamente cariñoso, soy muy
afectuoso, incluso algo tocón. Pero soy un hombre mayor ya y no quiero que me
metan en la cárcel, ¿sabes? Cada vez toco menos. En mi juventud, cuando las
muestras de afecto con las chicas eran más permisivas, era otra cosa, pero
ahora nos gobiernan las monjas, y las monjas imponen sus hábitos. Me he
moderado, claro, pero tocón he sido mucho. Ahora ya los viejos tocones dan un
poco de asco.
¿Qué idea tiene ahora mismo de
la libertad?
Bueno, es que estamos metidos en casa para que no entre el
virus, porque es lo único que se nos ocurre, no es una cuestión que tenga que
ver con la libertad. Hay unos idiotas por el mundo protestando por si nos van a
geolocalizar, que si a través de apps… esos idiotas están preocupados por eso,
pero es extraordinario porque se quejan de ello encerrados. ¿Más geolocalizado
que está usted, en su casa? Hay un debate interesante aquí: la juventud del
mundo (países inteligentes como Taiwán) han controlado a sus ciudadanos como
dios manda, han aislado los brotes y han impedido que estos circularan.
Pero nosotros somos más tontos y más viejos, somos la vejez
de Europa, unos carcamales. Sólo se nos ha ocurrido encerrarnos todos en
nuestras casas. Sánchez presume de ello. Hay gente que está en casa y no se
sabe ni por qué, porque no están infectados, están sanos, podrían trabajar y
meter en casa a los mayores de sesenta años, yo incluido. Pero no: jóvenes y
viejos, y hemos parado el país. Somos ignorantes.
Ni siquiera sabemos de verdad cuánta gente está infectada y
cuánta gente ha muerto por el virus. Esto es un fracaso general de la especie,
pero debo matizar que hay un agravante español que no entiendo por qué los
periódicos de este país no sacan todos los días en un cintillo: “España es el
país del mundo que tiene más muertos en razón de sus habitantes”. ¡Somos los
primeros en algo! Es extraordinario…
¿Reforzará esta crisis nuestra
idea de colectividad? ¿Empezará a estar mejor vista la palabra “España”?
De los españoles se puede esperar cualquier cosa. Estamos
ante un fracaso colectivo español, los que decían que era el mejor sistema
sanitario del mundo… y cono un gobierno innovador por antonomasia… es el
fracaso colectivo de la asistencia geriátrica española. Nos llenamos la boca
sobre “¡ah, cómo tratamos a nuestros viejos! Y cómo nos han salvado ellos las
pensiones…”. Mentira: los viejos en España mueren sin saber de qué mueren, como
en otras partes, no digo que aquí sea efectivamente el único lugar donde esto
pasa, pero aquí pasa, eso es seguro, y en mayor medida de lo que pasa en otras
partes. Yo quiero que me responda el gobierno español a una pregunta muy
simple: ¿por qué España es el país que tiene más muertos por habitante? Quiero
respuestas a esa pregunta. Soy un ciudadano español y antes de reforzar mi
sentido de la comunidad quiero saber eso: por qué somos los primeros.
Una canción, una película y un
libro para resistir en cuarentena.
¡Si la gente sólo utiliza Whatsapp…! Bueno. Una película.
Todas las de Rohmer. Están en Filmin, que le han hecho una celebración por su
centenario y se han recuperado películas que están muy bien, muy ordenaditas
todas, muy monas. Rohmer es estupendo porque ofrece mucha conversación y la
gente lo que quiere es conversación.
Yo ahora estoy leyendo a Popper, que es un filósofo cuyas
relaciones con la ciencia son modélicas. A Popper no lo había leído a fondo,
había leído algunas cosas, pero ahora estoy en ello y realmente es muy
recomendable. También te digo que no hace falta que venga una pandemia para
leer a Popper o ver las películas de Rohmer, yo lo haría igual sin que un bicho
hubiese matado a tantas personas, pero bueno.
Y recomendación musical… solamente escucho cosas que ya he
escuchado, todo lo demás es… (chasquea). La Macanita. Es la mejor
cantante de flamenco viva. Una jerezana maravillosa. Una canción que tiene
llamada Adiós tristezas. Esa,
por si la gente está triste, está bien.
Creo en el equilibrio de fuerzas de prácticamente todos los
sistemas; y en el puto caos.
T.O., ajedrecista
Del caos posmoderno
Caos y orden pretende reflexionar sobre la sociedad
contemporánea, apoyándose en analogías con ideas científicas y haciendo, de
paso, una evaluación de la ciencia de hoy, en especial de la física. Por eso tiene
dos partes: en la primera se examinan algunos desarrollos de la ciencia del
último siglo, con gran insistencia en el caos y la teoría cuántica, para
aplicarlas en la segunda a entender mejor el viaje sociocultural que nos ha
llevado hasta donde estamos ahora. Es un propósito loable, si bien difícil.
A lo largo del siglo XX, con fuerza especial a partir de los
sesenta, se ha ido acentuando una crítica a la ciencia basada en una
interpretación particular de la idea de paradigma de Kuhn que él mismo rechazó.
Se trata de la famosa inconmensurabilidad de los paradigmas, algo repudiado de
modo unánime por los científicos, quienes no encuentran en su práctica diaria
ninguna dificultad en pasar de uno a otro; para ellos son plenamente
conmensurables. Esa crítica, que impregna a todas las páginas de este libro,
afirma en su versión más radical que la ciencia no es más que un convenio
social falto de objetividad, que todo en ella es interpretación, y que no es
progresiva, pues al aparecer un nuevo paradigma hay que abandonar todo lo del
anterior y empezar de nuevo. De esa opinión es también el autor de este libro.
Un mejor entendimiento entre la ciencia y los demás sistemas
sociales es muy necesario. Por eso es bueno examinar esas críticas. Por
ejemplo, los posmodernos insisten en que no está justificado lo que llaman «el
mito de la realidad dada», o sea la creencia ingenua de muchos científicos de
que la ciencia permite llegar hasta la realidad de las cosas, tal como ésta es
y de modo absolutamente objetivo, libre de elementos de construcción mental.
Esta crítica certera debe ser considerada con atención, pues nuestra mente
imprime algo de su modo de operar en cualquier versión del mundo, con lo que
nuestras percepciones tienen también algo de concepción. Así lo entendía
Einstein, al hablar en una famosa conferencia sobre Newton de lo que él llamaba
«libre invención de conceptos», idea a la que había llegado al crear la
relatividad general. Por eso falla el empirismo extremo.
Pero el mismo Einstein insistía en que eso no significa que
los conceptos libremente inventados sean arbitrarios o a priori: están sujetos al contraste con el cálculo
y el experimento, o sea, a un juez muy duro. Ocurre a veces que las conexiones
causales parecen poder representarse mediante varios tipos de construcción,
pero hay que elegir luego la que mejor se acomode a ese juez, abandonando las
que no pasen la prueba. Nuestras concepciones nos ayudan a situar los objetos,
de modo que la representación consiguiente contiene sin duda elementos objetivos
de realidad que se van descubriendo paso a paso, aumentando así el caudal de
cosas que sabemos objetivamente sobre el mundo. Como resultado la ciencia es
progresiva. Por eso, si bien esta crítica sirve para purificar a la ciencia y
nos ayuda a ser más escépticos, no se justifica en modo alguno usarla para
negar su objetividad.
Al creer que un nuevo paradigma elimina completamente a los
anteriores por ser inconmensurables, los posmodernos se equivocan también. La
teoría newtoniana no ha sido eliminada por la relatividad ni por la teoría
cuántica, como la teoría de Maxwell no lo ha sido por la electrodinámica
cuántica. No sólo queda algo importante de ellas en el nuevo paradigma sino que
el antiguo conserva un ámbito propio en el que sigue siendo válida. Por
ejemplo, una idea recurrente en este libro es que el caos ha echado por tierra
a la mecánica clásica en su totalidad, cuando lo que ha hecho es refutar
extrapolaciones no justificadas, por ejemplo las que dieron lugar al
mecanicismo decimonónico. La teoría del caos no niega la mecánica newtoniana,
la completa y nos hace entenderla mejor, de hecho no obliga cambiar sus
conceptos fundamentales. Es por eso que muchos científicos le niegan el
carácter de revolución científica.
Para entender el debate sobre las implicaciones teóricas de
la ciencia y su relación con el humanismo (en el sentido amplio de los dos
términos) hay que acudir a la dualidad entre afirmaciones científicas y
metacientíficas. Las primeras son aquellas susceptibles de prueba o de refutación
mediante experimento o cálculo. Por ejemplo, las leyes de Newton o las
relaciones de incertidumbre de Heisenberg. Las segundas, son lo que se dice
sobre las primeras, sin que puedan probarse o refutarse. Así suelen ser las
interpretaciones de la ciencia, por ejemplo decir que el determinismo
newtoniano implica la inexistencia del libre albedrío o que el probabilismo
cuántico muestra que sí lo hay. El descubrimiento del caos, por ejemplo, afecta
muy poco a las afirmaciones científicas de la teoría newtoniana pero mucho a
las metacientíficas.
Las afirmaciones científicas tienen un alto grado de
objetividad y concilian la práctica unanimidad de la comunidad científica, una
vez que han podido pasar la prueba del experimento; por el contrario, las
metacientíficas suelen implicar extrapolaciones fuera del ámbito en que las
leyes han sido experimentadas y, por ello, suele haber en ellas importantes
elementos subjetivos. De hecho, no son parte del corpus de la ciencia y los
científicos no suelen ser unánimes respecto a ellas. Ciertamente, es lícito
hacer metaciencia, incluso inevitable, pero hay que saber lo que se hace porque
muchas confusiones y malentendidos se deben a mezclas equívocas de estos dos
tipos de afirmaciones.
Viene esto a cuento porque hay dos tipos de actitudes que
hacen muy difícil el debate necesario entre ciencia y humanidades. Una es la de
los cientistas radicales que niegan cualquier valor de conocimiento a todo lo
que no es ciencia. La otra es la de quienes, en nombre de lo posmoderno, quieren
negar la objetividad de la ciencia, reduciéndola a interpretaciones y
convenios, a un «mito», por usar las palabras de este libro. Los dos grupos
comparten una confusión: no distinguir bien entre las afirmaciones científicas
y las metacientíficas. Los cientistas creen que las segundas tienen el mismo
grado de objetividad que las primeras (o sea mucho) y esto les hace suponer que
podemos llegar al conocimiento y a la objetividad absolutos. Los segundos
creen, en postura simétrica, que todo tiene la misma objetividad que la
metaciencia (o sea poca) y eso les lleva a suponer que todo es interpretación y
que nada es seguro.
El lector poco avisado que se adentra en el texto empieza
pronto a ser presa de perplejidades ante una serie de afirmaciones sorprendentes
que resultan difíciles de conciliar con las ideas científicas conocidas,
incluso con algunas muy elementales. Empieza a ver la luz cuando comprende que
la crítica de la ciencia que pretende hacer el autor incluye como punto
destacado la devaluación del carácter predictivo y de los aspectos
cuantitativos y experimentales de la ciencia. Sin duda es esa una empresa ardua
en la que habría que hilar muy fino, pero en vez de ello se recurre a una larga
serie de disparates, irrelevancias pomposas y errores de bulto, en especial
sobre las ideas de la física. Al leer el libro fui marcando en el margen los
lugares donde había imprecisiones, despistes o errores de bulto. Dejé de
hacerlo al llegar a las sesenta marcas. Uno de ellos es muy significativo. Al
hablar de Lorenz y sus ecuaciones, dice con énfasis en la página 87 «le tomó
tiempo comprender que no eran lineales». Es una afirmación sin sentido. Un
estudiante medio de matemáticas o física lo habría comprendido antes de pocos
segundos (tras observar con un golpe de vista la aparición de productos de
variables); sin duda, Lorenz lo supo ya antes de escribirlas. El lapsus revela
la confusión del autor sobre la no linealidad, lo que no le impide usarla
constantemente como prueba irrefutable de que los paradigmas anteriores son ya
inaplicables y que «nada sabemos a ciencia cierta», enunciado por el que el
autor tiene gran querencia. Otros son divertidos como que las relaciones de
incertidumbre de Heisenberg establecen una disyuntiva entre «carga y posición»
o contraponer las iteraciones a las supuestamente ya superadas ecuaciones,
cuando son en realidad un caso particular de ellas.
En un pasaje por desgracia muy representativo del libro, el
autor ofrece una prueba de sus tesis. Se trata de la explicación en la página
59 de los llamados diagramas de Feynman, que sirven para calcular procesos
entre partículas elementales y que le valieron el premio Nobel. Los describe
así: «El principio es que para calcular la probabilidad de un hecho basta con
dibujar pequeñas flechas (una para cada alternativa), pues el cuadrado de su
longitud expresará la amplitud de ese subevento». Para el lector ingenuo, el
mensaje parece claro: esas probabilidades se calculan en una especie de juego
en el que, según el humor de cada uno o de cómo se le ocurra dibujar las
flechas o jugándoselo a los chinos, se obtendrá un valor u otro, de modo
arbitrario, al gusto de cada cual. Si es así, ¿qué objetividad puede haber en
la física cuántica, la rama de la ciencia que describe el mundo atómico y
subatómico? ¿Por qué tomar en serio a la ciencia?
Pero no, no basta con dibujar flechas. Prescindiendo de
otras varias inexactitudes, Escohotado se confunde de cabo a rabo: la longitud
de las flechas no tiene nada que ver con ninguna probabilidad, del mismo modo
que el resultado de una multiplicación no depende del tamaño con que se
escriban las cifras. Los diagramas de Feynman no son sino representaciones
visuales útiles de unos objetos matemáticos bien definidos, que conducen a
resultados numéricos precisos y que concuerdan luego de modo muy exacto con los
datos de los experimentos de la electrodinámica cuántica. No hay en ellos
ninguna arbitrariedad. No es menor la confusión sobre la gravedad. Por ejemplo,
en la página 39 se habla de «los desacuerdos que se observan entre la
trayectoria efectiva [de la Luna ]
y aquella que le correspondería si obedeciese estrictamente a la mecánica
newtoniana». Así de un plumazo y sin pestañear, el autor se carga uno de los
elementos más probados y reprobados de nuestro entendimiento del cosmos. Pero
no hay tal cosa: hoy por hoy la
Luna se ajusta fielmente a la mecánica newtoniana. Nadie ha
observado tales desacuerdos. Si el autor ha detectado alguno, debería decirnos
cuál es, pues sería un serio candidato al premio Nobel.
En la página siguiente, se ofrece otra divertida prueba de
la nula objetividad científica. Tras afirmar que «ciertos teóricos» pretenden
que el protón se desintegra y decir que los primeros experimentos no confirman
la idea, el autor nos informa que a él no le engaña nadie pues ya sabía muy
bien que eso es absurdo porque se habrían desintegrado todos y «ya no habríaprotones en ninguna parte» (énfasis del
libro). Así contada parece una idea absurda, en cuya prueba se ha gastado
tontamente mucho dinero. Pero, en su desprecio por lo cuantitativo y los
experimentos, el autor no se ha parado a comprobar o entender que lo que dicen
esos ciertos teóricos es más bien que tan sólo habrían desaparecido, desde el big bang hasta hoy, menos de un protón de cada mil
millones de billones. ¡Claro que habría protones!, ¡quedarían casi todos! ¿Cómo
es posible que el autor crea que unos científicos destacados, premios Nobel
entre ellos, puedan hacer afirmaciones tan estúpidas y fáciles de refutar como
las que él les cuelga?
Hay otras perlas de gran calibre sobre la gravitación. Así
en la página 70 se dice que «losPrincipia de Newton son incapaces de calcular la
dinámica orbital con más de dos cuerpos». La cosa es seria, pues, de ser
cierto, no podríamos calcular los movimientos del sistema solar. Sin embargo,
se hace eso y muy bien además. Baste decir que la nave Voyager II llegó a Urano
en 1986 con sólo un minuto de diferencia respecto al cálculo previo de su
órbita, tras nueve años de viaje bajo la acción de la Tierra , el Sol y Júpiter, aparte
de otros cuerpos menores. Sospecho que el origen de tan absurdo aserto está en
confundir la ausencia de solución en forma cerrada para tres o más cuerpos con
la imposibilidad de predecir, que son dos cosas muy distintas. Es cierto que el
sistema de tres o más cuerpos tiene soluciones caóticas, pero la naturaleza ha
elegido para el Sol y sus planetas una solución especialmente estable, pues
nuestra capacidad de calcular sus órbitas alcanza muchos millones de años.
Todos los cálculos que se habían hecho antes de descubrir el caos siguen siendo
válidos y se siguen haciendo otros nuevos con éxito. De nuevo se confunde «no
saberlo todo» con «no saber nada».
Otro ejemplo está en la página 71, donde se nos dice que, al
estudiar el sistema de los tres cuerpos, el matemático francés Poincaré
«vislumbraba lo que hoy se denomina un atractor extraño», enunciado curioso que
sorprendería al mismísimo Poincaré redivivo, quien nunca pudo vislumbrar tal
cosa por la buena razón de que el sistema de los tres cuerpos no tiene
atractores de ninguna clase, ni extraños ni corrientes. Curiosamente, el
desconocimiento que muestra el autor sobre el sistema de los tres cuerpos y
sobre el atractor extraño no le impide hacer afirmaciones contundentes sobre
ellos. Los usa además en la segunda parte, por ejemplo para aclarar qué cosa es
el estado-nación diciendo que es un atractor político (pág. 136). Tras haberse
ocupado de la gravedad, pasa revista también a la física cuántica, y así se
dice que «la ecuación de onda –piedra miliar de la mecánica cuántica– sólo
puede resolverse exactamente para el caso más simple (el hidrógeno)». Me temo
que se trata de la misma confusión, más grave si cabe aquí porque no hay efecto
mariposa en la ecuación de Schrödinger. De nuevo una cosa es que no exista
solución general en forma cerrada y otra muy distinta que no sea posible
calcular. Existen métodos que permiten hallar la función de onda de átomos y
moléculas con la precisión deseada para explicar sus propiedades, por ejemplo
el muy importante enlace químico. De hecho, la teoría cuántica llega a una
enorme exactitud numérica en sus predicciones, hasta con siete y ocho cifras
significativas.
Además no se sabe bien para qué sirve toda esta larga
colección de disparates. Si el autor quiere decir, como hace en la segunda
parte, que el estado-nación es un atractor político, hágalo así en buena hora.
Al fin y al cabo, sólo es otra manera de decir que es una idea política
atractiva, pero no añade nada sacar los conceptos de su contexto, basta con
emplear metáforas en la forma en que siempre se ha hecho. Si pretende usar, de
modo preciso y en sus detalles, conceptos tomados de la ciencia para
reevaluarla, desmitificarla o acercarla a las humanidades, santo y bueno. Puede
ser saludable para todos. A condición, claro está, de que se tome la molestia
de entenderlos y sepa lo que dice.
Y, sobre todo, que tenga un poco de rigor intelectual,
intentando entender el papel de los experimentos y de los cálculos. Que no
confunda «no saberlo todo» con «no saber nada», ni la sabiduría imperfecta pero
progresiva, propia de los seres humanos, con la ignorancia total. La ciencia no
descubre la verdad
definitiva y total sobre el universo, pero sí verdades parciales objetivas que
permanecen y aumentan día a día nuestro conocimiento objetivo del mundo.
Este libro sólo añade confusión a la confusión.
Soy reggaetonero y te adelanto pana algún título de mis próximos
temas calientes: Friega sobre polvo, La energía del espacio vacío, Travesuras
por la puerta de atrás, De catástrofes y riesgos, Iceberg, la lechuga; hablan
sobre el amol y el desamol.
H.H., compositor ecuatoriano.
¡Qué chungo se pone Debussy en Diálogo del viento y del mar!
R.R., conductor de Uber.
En lo siguiente consiste básicamente el camelo de lo del
estudio en casa de los chavales: un tipo o tipa de quince a dieciocho años con
el portátil abierto y unas gráficas de funciones con sus discontinuidades y variaciones
sobre la pantalla mientras epilepsia el móvil con el chusco juego virtual del
momento; todo va bien, educación pública.
O.I., padre y muy señor mío.
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