La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.
Semana diez.
18-05-2020.
¿Con qué dinero? ¿Cuánto? ¿Para quién? ¿Cómo distribuirlo?
La aniquilación de la vida previa a la ruina individual.
T.O., de la escuela económica del subsuelo.
Por José García Domínguez:
Del 20-03-2020.
Cuando las cosas se ponen serias, serias de verdad, todos
somos keynesianos. Ahora mismo, mientras escribo, estamos entrando en un
territorio definitivamente ignoto, tan desconocido como aterrador. Que la
incertidumbre súbita y el colapso instantáneo terminen o no en una hecatombe
general de la economía planetaria depende hoy de algo tan contingente como el
plazo de tiempo menor o mayor que los científicos tarden en encontrar una
vacuna efectiva contra el virus. Porque todo depende de eso. Solo de eso. Algo,
por lo demás, imprevisible por definición. De ahí que todo el mundo esté
llamando a las puertas del Estado. Y angustiosa, desesperadamente. Pero al
Estado, aunque no lo pueda reconocer ante el público de modo abierto, ya no le
cabe recurrir de modo mínimamente efectivo ni a la política monetaria ni a la
fiscal, los dos principales instrumentos a su alcance para paliar los efectos
de las crisis económicas agudas. Y las razones tienen que ver, ya se ha dicho
en otras partes, con el agotamiento de ambas después de su uso intensivo tras
el descalabro sistémico de 2008. Por tanto, todos somos hoy keynesianos, pero el
keynesianismo es muy poco más que una pistola de agua a estas horas. No sirve.
Los Estados aún no se atreven a confesarlo, pero es la verdad. Entonces, ¿qué?
Pues nadie lo sabe muy bien.
Lo único que se sabe, y sin ningún género de duda, es que
cuando el Estado necesita asumir un incremento súbito y radical de su propio
gasto solo tiene dos posibilidades que en este instante dramático le están en
gran medida vedadas: subir los impuestos, la primera, o acudir a los mercados
de deuda con la esperanza de colocar en ellos su bonos soberanos, la segunda.
Si bien, y en teoría, también cabría una tercera, el gran tabú hasta hace
apenas una semana: emitir dinero y financiar con él las compras e inversiones
públicas vinculadas a los planes de urgencia. Es lo que se está planteando muy
en serio Trump en las últimas horas. ¿Sería posible hacerlo? Sí, claro que sí,
sería perfectamente posible hacerlo. ¿Monetizar la inmensa deuda derivada de un
incremento tan brutal e inmediato del gasto público provocaría, tal como sostiene
la teoría cuantitativa del dinero, un incremento paralelo y descontrolado de la
inflación, una distorsión de los precios de mercado que terminase haciendo
mucho peor el remedio que la enfermedad? La respuesta intelectualmente honesta
es que no se puede afirmar a priori que eso fuese a ocurrir necesariamente.
Pero tampoco se puede sostener lo contrario. Dependería de cada caso
particular.
De hecho, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea han
estado imprimiendo sin parar toneladas y más toleradas de billetes de banco
durante las Gran Recesión sin que ocurriera nada; es decir, sin que ninguna de
esas tres áreas económicas sufriera el más mínimo brote de inflación; ni el más
mínimo. Pero también es cierto que todo ese dinero nuevo no fue a parar a las manos
de los ciudadanos-consumidores, sino que permaneció, y aún permanece, dentro de
los engranajes internos del sistema financiero. ¿Qué ocurriría, sin embargo, si
ahora entregásemos todo el dinero a la gente? Pues dependería de con qué moneda
se hiciera. Porque no es lo mismo darle a la manivela con, por ejemplo,
bolívares venezolanos o con pesos argentinos que con dólares norteamericanos. Y
es que el dólar norteamericano posee dos cualidades únicas que lo diferencian
del resto de las monedas existentes, a saber: es el refugio al que todo el
mundo acude cada vez que se produce una situación global de pánico, primer
rasgo distintivo, y es también el principal y casi exclusivo medio de pago
internacional, el segundo. Atributos excepcionales que le permitirían a Trump
monetizar mañana mismo todo el gasto federal que requiera la lucha contra el
coronavirus sin que Estados Unidos pagase ese pecado de lesa herejía ni con
inflación interna ni con la depreciación externa de su divisa. ¿Lo puede hacer,
pues, Estados Unidos? La respuesta es sí. ¿Lo podría hacer la Unión Europea ? La
respuesta es que muy probablemente no. ¿Lo podría hacer, en fin, cualquier otro
actor internacional? La respuesta es que con toda seguridad no. ¿Y lo terminará
haciendo Trump? Yo creo que sí. Es más, estoy seguro de que lo hará.
Del 01-04-2020.
A estas alturas del desastre ya disponemos, al menos, de una
evidencia indiscutible, a saber: del hundimiento súbito y general de la
economía al que acabamos de asistir no será posible salir con fórmulas
nacionales. Simplemente, los Estados-nación de Europa son ahora mismo por
entero impotentes para salvar a sus sociedades del derrumbe definitivo apelando
de modo único y exclusivo a sus propios recursos domésticos. Por entero
impotentes. Y lo son, sobre todo, porque carecen de la posibilidad crítica de
emitir moneda en un instante de emergencia como el que vivimos. Nadie, creo yo,
puede poner en duda que la única salida para evitar la desintegración acelerada
de los componentes todos de la estructura económica europea es la que apela a
la política fiscal más radical y agresiva imaginable. Se antoja necesario y
urgente que un incremento deficitario y sin límites del gasto público sostenga
al sistema sobre sus tambaleantes cimientos mientras dure la tormenta vírica.
Al sistema entero, desde los periódicos y los restaurantes de comida rápida a
los bancos, la industria textil y las fábricas de coches.
Pero eso, que resulta no sólo necesario sino imprescindible
y perentorio, llevaría a los Estados a la quiebra en cadena. La polémica
bizantina y absurda entre los partidos españoles del Gobierno y la oposición a
cuenta de las medidas a tomar, por ejemplo, escatima la premisa mayor del
problema al que nos enfrentamos, que no es otra que la definitiva imposibilidad
de financiar nada parecido a un verdadero plan de rescate para España desde
España. Resulta, por lo demás, dramático y simple a un tiempo. Si el Estado no
interviene de modo ubicuo y extremo, la economía española se derrumbará. Pero
si lo hace con la intensidad requerida será el propio Estado el que quiebre. Y
lo que vale para España sirve también para Italia, Grecia, Portugal, Bélgica, la República Checa y
algunos más, Francia incluida. Suena apocalíptico. Pero sucede que el instante
es apocalíptico. Aceptado ese marco general, los españoles deberíamos dar
gracias a los dioses por estar hoy dentro del euro. Y lo digo yo que soy
contrario al euro.
Vetados por Alemania los eurobonos y con los Estados
maniatados, dada su insolvencia crediticia ante los mercados, quien va a tomar
el timón de Europa, de hecho lo ha tomado ya de forma discreta y sin atraer aún
el foco de la opinión pública, es el BCE. Y lo que va a hacer el BCE, al punto
de que empezó la labor el 18 de marzo pasado, es nada más y nada menos que monetizar
deuda. Eso significa que en los sótanos de su sede central de Fráncfort ya está
fabricando dinero, la famosa maquinita que tanto miedo y temblor de piernas
suscita siempre entre los ortodoxos, con el que luego comprar la deuda pública
española, italiana, francesa o portuguesa que, aquí y ahora, los Estados no
podrían colocar a nadie por falta de compradores privados a precios asumibles.
Con la peseta en vigor, eso mismo, monetizar, hubiese supuesto una ruina que
nos habría llevado a la depreciación exterior inmediata de nuestra divisa,
acompañada del consiguiente proceso inflacionario interno. Imprimiendo euros,
en cambio, ni habrá depreciación significativa ni inflación relevante en la Eurozona. Aunque
no podemos estar del todo seguros de ello a largo plazo si el volumen de
creación monetaria llegase a ser de una dimensión enorme. Hoy, en cualquier
caso, el euro es una bendición. Y lo es por su condición, junto al dólar, de
moneda de reserva internacional, lo que nos garantiza que su demanda no se hundirá
pese a las heterodoxias coyunturales del BCE. Veremos cosas que no imaginamos
nunca. Y muy pronto además.
Ritmea cuando consigas el blues.
Get Rhythm,
Johnny R. Cash.
19-05-2020.
Dicen por ahí que el gobierno va a subir los impuestos.
Parece que la primavera está echando un casquete con el
verano.
Se escucha por acá que ya deben cesar los aplausos de las
ocho de la tarde.
Cuentan que el gobierno no va a pagar hasta junio el dinero
de los trabajadores que se encuentran desde marzo en situación de ERTE
(Expediente Regulación Temporal de Empleo).
Suenan en modo tecno las caceroladas de los que se envuelven
en banderas de España.
Se confirma al anochecer que los autobuses públicos solo
transportan fantasmas.
Los que tienen las cazuelas contadas para guisar no pueden
cacerolar porque se abollan con los golpes.
No hay relación directa alguna entre el avance en las fases
de desescalada y una reactivación de la economía de los comercios.
Aseguran que el uso de mascarillas va a ser obligatorio en
los espacios públicos; en los privados, de momento, no pueden entrar.
Constato con perplejidad que los directos de Patti Smith son
una mezcla explosiva de berreos desaforados y gorgoritos desafinados con una
banda cojonuda detrás.
En cuanto dan las ocho y un minuto, las calles se llenan de
tipos y tipas enlicrados intentando correr y dando pedaladas.
¿Cuánto podré aguantar el celibato?
La naturaleza sigue su curso.
Los chinos, origen de esta puta pandemia, ¿son buenos o
malos?
¿Por qué desparecen los gorriones en el barrio?
¿Y los que moriremos en temporada pret a porter otoño invierno?
¿Por qué los Stones viven después de todo lo que se han
metido? ¿Será como en las sociedades, que lo que vale es la calidad?
Pedazos de estas partículas constituyen el núcleo de la
verdad.
Tú decides, típico eslogan de campaña electoral.
J.S.M., lo he visto casi todo.
20-05-2020.
4.023.
La realidad tiene que quedar fijada por la proposición en
orden al sí o al no.
Para ello ha de ser enteramente descrita por la misma. La
proposición es la descripción de un estado de cosas.
Al igual que la descripción describe un objeto atendiendo a
sus propiedades externas, así la proposición describe la realidad atendiendo a
sus propiedades internas.
La proposición construye un mundo con ayuda de un armazón
lógico, y por ello, puede verse en ella también cómo se comporta todo lo
lógico, si es verdadera. De una proposición falsa cae extraer conclusiones.
Ludwig, desde el frente de batalla.
Me ha pillado el chaval rascándomela mientras veía un vídeo
de ficción sobre una madura japonesa a la que le entran ganas japonesas* de
rozarse con una amigo de su hijo.
Y me ha dicho eres un asqueroso y jodido pajero.
Y le he contestado que sí, que tenía razón, zanjando la cuestión
con ahora ve a ducharte que tengo muchas cosas que hacer antes de ir a currar.
Me parece un asunto de una trascendencia moral inabarcable.
Putos jesuitas.
* las ganas japonesas son las ganas contradictorias de una
japonesa que tiene ganas pero que por el tipo de gemidos interpretativos que
emite pareciera que no tiene muchas ganas.
J.S.M., sigo con el entrenamiento diario.
Si tienes que hacer algo, hazlo; otra cosa es que lo
consigas.
F.F., inactivo.
Los políticos son unos putos jetas pero todo dios les vota.
E.O., por el filo de la democracia.
Me llama el gran Katxalote desde su trabajo donde es
supervisor o encargado o jefe de no sé qué.
Katxalote es un hombre muy estricto con el interés personal.
Piensa que es lo que de verdad marca la existencia del
individuo.
Y que casi todo está sobrevalorado.
Seguramente tenga razón.
Me suelta: sigue rodeante de los que no valen para nada y
así te irá.
Recuerdo los tiempos de la Universidad cuando
todas esas coherencias se iban por el retrete.
Me quedé en un puto niño.
J.S.M., con dolor y sin medicamentos.
21-05-2020.
Una cierta ideología.
D.O., sin voto.
Por Cristina Losada:
El partido Ciudadanos vuelve a estar en el ojo de la
tormenta. Vuelve, porque estar ahí es un riesgo habitual de su condición. Desde
su salida a la arena política nacional, es difícil encontrar períodos en que no
se le reprochara que hace lo contrario de lo que debería hacer. Igual cuando
hizo un pacto de investidura con el PSOE, que no salió, que cuando lo hizo con
el PP, y sí salió. Lo mismo en muchas otras ocasiones. Se puede decir que todos
los partidos decepcionan, frustran y cabrean a votantes propios y ajenos. Es
así. Pero aquellos que cruzan las fronteras ideológicas en algún momento, y en
ambas direcciones, son los que atraen mayores descargas de indignación cuando
su peso es decisivo para inclinar la balanza. Si no son decisivos, lo que
hagan, obviamente, poco importa.
La bisagra tiene ese problema. Y alguno más. Pero ése,
seguro. Si haces de bisagra con el centroderecha, te va a caer la del pulpo
desde la izquierda. Si lo haces con el centroizquierda, espera el mismo trato
desde la derecha. Un partido de intersección va a provocar más descontento que
contento entre quienes tienen preferencias políticas claras, definidas y más o
menos estabilizadas. Lleva una indefinición y una impredecibilidad que molestan
y que también son difíciles de gestionar. Tanto, que Rivera intentó que su
partido dejara de estar en esa posición problemática. El resultado es conocido.
Su ambición de trascenderla, y de ocupar el sitio del PP, acabó en un sonado
fracaso. De forma mimética, fracasó el intento de Podemos de reemplazar al
PSOE, aunque los de Iglesias terminaran pagando menos cara su ambición de
sorpasso.
Por su rechazo al separatismo catalán, y por extensión al
nacionalismo, Ciudadanos conquistó de entrada la simpatía del electorado del
PP, cuando éste aún no tenía un rival como Vox. Ahí cuajó la idea de que era
una rama desgajada que había que injertar en el tronco del PP para conseguir la
ansiada unidad frente a la izquierda. El partido naranja nunca se identificó
con la tradición conservadora, pero eso no parecía importante. Si acaso,
hilando más fino, se le veía como un partido boutique. Allí podías encontrar
algunos productos especiales, más raros, más sofisticados, más a medida y menos
prêt-à-porter que en el gran almacén, pero con el mismo sello, del mismo
estilo, de la misma fábrica. Era un espacio boutique en el centroderecha, y
únicamente ahí. De todo esto se infería que Ciudadanos tenía que apoyar en
todos los casos y ocasiones al partido mayor.
Muchas vueltas se le han dado a la cuestión de si una fuerza
política que unas veces está con unos y otras veces con otros puede contentar a
alguien. Lo único evidente es que no va a contentar a la vez a los que quieren
que esté siempre con el PP contra el PSOE y a los que esperan que esté siempre
con el PSOE contra el PP. La dificultad de fijar una posición propia está
precisamente en eludir esos términos. En evitar aparecer como un peón de uno de
los dos grandes partidos. De ahí que en el debate sobre la nueva prórroga del
estado de alarma Edmundo Bal subrayara que su voto no era "un voto a favor
de un Gobierno". El matiz se perderá, tal como está la discusión. Ya no se
sabe si los diputados discuten cuál es el instrumento legal adecuado para limitar
la movilidad o si discuten que haya que limitarla. La impresión panorámica es
que estamos ante la discusión de siempre: o a favor o en contra del Gobierno.
La disyuntiva de la que Ciudadanos se ha querido desmarcar.
Por Juan Abreu:
Miércoles, 20 de mayo de 2020.
Saco la cabeza de las galeradas y ya está Arrimadas y lo que
queda de CIUDADANOS convertida en mucama, y en testaferro a fin de cuentas, de
Sánchez. Y pensar que esa cosa la fundaron gente como Espada, Pericay,
Boadella, Azúa, Teresa Giménez Barbat, Felix Ovejero, Ana Nuño. El mayor error
fue Rivera, creo que se dejaron embaucar por la fantasía juvenil. Lo de la
juventud. Ya saben. El mito del frescor de la juventud y de la superioridad de
lo joven que tanto seduce a la chusma común y a los literatos. Mejor hubiera
sido poner a un viejo al frente. A Rivera no le fue mal, es verdad, de
abogadillo de sucursal bancaria a gran bufete y riqueza gracias a la política,
y además fama y glamour.
¿Ha servido de algo la saga Ciudadanos? Ha servido para demostrar
que en España no hay ningún centro político. Hay una partitocracia corrupta y
cegata que ahora, esa es la novedad, se encuentra orbitada por una chusma
gánsteril castro-chavista salida de las universidades españolas, que son
criaderos de izquierdistas, socialistas y comunistas es decir de enemigos de la
democracia del capitalismo y del progreso. Y salida del gigantesco sistema
parasitario-subvencionador español que es un sistema cuyo propósito fundamental
es comprar votos.
Según desciende el número de muertos por el covid-19, ya se
abre el tiempo de relajación de la salud y se dispara la mediocridad política
de los que viven y opinan de ideología y política.
R.O., politólogo enchufado.
22-05-2020.
Lo tengo bien pensado
Voy a ir a la playa y me voy a bañar. Y cuando venga el
subnormal gubernamental diciendo que el agua está reservada a los deportes
acuáticos me pondré a nadar.
A.E., a lo suyo.
Treinta, cuarenta, cincuenta mil muertos que muertos están.
Cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez millones de respirantes
podridos sin curro, bien en las casas, ya paseando o disfrutando de lo que les
han dicho que tienen que disfrutar.
Con uno tocado, vale.
La previa del verano ya está aquí.
Madrid en fase 1
a partir del veinticinco; por el culo te la hinco –zafio
y vulgar añadido del proletariado-.
Carne, carne y más carnet.
Poco que añadir.
J.S.M., esteticista.
2.063.
La realidad total es el mundo.
L.W., teórico.
23-05-2020.
¿De verdad es esto la verdad?
Veremos si finalmente la verdad importa a alguien.
¿Es mi verdad más verdad que la tuya?
6.52.
Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones científicas
hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado
en lo más mínimo. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna; y esto
precisamente es la respuesta.
L.W., volteando el léxico.
FASE1, FASE1, FASE1, Fase1, faseee1, oe, oe, oeeeeeee...
J.O. y G., La rebelión de las masas.
¡Métemela ya! pero ya.
Paula Ramos., aficionada al amor.
24-05-2020.
Por Abreu.
Sábado, 23 de mayo de 2020
Termino de corregir, podar, reescribir cepillar y raspar las
galeradas de las emanaciones y ahora toca al editor dar forma a todo eso y aún
volveré a revisar las galeradas finales otra vez, he cortado bastante, páginas
enteras, y también he descartado algunas fotografías no aquellas en las que
exhibo mi pito naturalmente porque sé que hubiera provocado frustraciones y
hasta protestas entre mis lectores. Mis lectores saben dónde tengo en verdad mi
primer cerebro y saben que un libro no sirve de nada si el lector no entra en
contacto con el primer cerebro del autor.
Cuando termino de revisar galeradas sobre todo las de un
libro tan personal y tan gordo (siempre he soñado con escribir libros gordos)
me quedo como desinflado y sin defensas me inquieto mucho y sufro por nada y
apenas puedo concentrarme en la lectura que en mi caso es muy mala señal. En
los buenos tiempos me comía unos chochos y me calmaba, pero ya pasaron los
buenos tiempos y aunque no hubieran pasado está el virus chino.
Salgo a pasear pero paseos más bien cortos con los perritos
mis santos y doy vueltas por mi mismo el resto del día y a veces me pierdo.
Los Beach Boys, esa patata fina que hace crack al cortarla
para preparar la tortilla.
A.A., compositor doméstico.
My Bloody Valentine y el muro de sonido corriéndose
eternamente.
A.A., compositor mirándose los zapatos.
¡Vivan los eslóganes!
P.S., residente.
Espero que todos ustedes hayan logrado dominar la jerga
oficial de los socialistas que nuestros diestros mentores, como gustan de
llamarse a sí mismos, desean inculcarnos. No hay que emplear la palabra
“pobre”; hay que decir “el grupo de menores ingresos”. Y si de lo que se trata
es de congelar el salario de un obrero, el ministro de Hacienda habla de
“frenar los incrementos de los ingresos personales” (…). Hay una bonita
paráfrasis sobre las casas y los hogares. En el futuro tendremos que
denominarlas “unidades de alojamiento”. Ojalá alcance a vivir lo suficiente
para ver a la democracia británica escupir toda esa basura.
Churchill.
Vamo a la playa, eoeoe, vamos a la playa, eoeoeeee...
Cualquier español que piensa que no va a infectarse.
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